del Rocío
I
La he visto fumar
hasta el cansancio,
sentada en el
inodoro esperando como yo,
esperando a que
salgas de tu baño eterno,
en el que siempre te
suicidas pero
en el que nunca
mueres.
Ignórala un
momento.
He llenado la cocina
de humo
¿lo hueles?
puse carne en la sartén,
la carne que perdí,
por esperar, por
rezar.
Te hallas en un
cuarto que no besa tu nombre
y continúan cayendo
lechosas perlas de tus pezones
en otras bocas, en
otros ojos,
en otros ojos.
Deja tus coqueteos
con la Muerte,
ella sólo acudió
por invitación tuya.
¡alí
aliméntame
aliméntame ahora!
II
Hermoso caos en que
flotas,
como el útero que habitaras,
de ti nace todo el
universo y a ti regresa,
golpeándote de pan
el vientre.
Estatua de sal,
Mujer.
A tu cuerpo de venus
me ceñía,
te atreviste y me
amaste,
halo eviterno en que
una a otra nos
engendramos,
brotando del
arvejal, meramos.
Anudarías nuestros
pies
al hilo materno.
Divino y Maldito.
Recuerdo mirar tus
baños de tomillo
cómo el agua
“tímida y chiquita”
te acariciaba las
formas en su ritual de adoración.
Igual te adoraba.
Te adoro.
Te cuento la
historia de una niña en una
fotografía que
encontré en la biblia.
Eres tú: pero ya no
te pareces a ti.
¡Mamá! : eres una
tan pequeña,
llevas algunos rizos
colgando de tus manos,
mientras los otros
agonizan tendidos sobre
el jardín.
¡Dime quien! ¿Quién
los ha cortado?
Me hubiera dejado
comer mil veces los dedos;
¡estos dedos!
por traer al hombre
aquel
a quien amaras.
Como yo te amo.
do
Rossio
I
Vi-a
fumar até à exaustão,
sentada
no inodoro esperando como eu,
esperando
que saias do teu banho eterno,
onde
te suicidas sempre mas
no
qual nunca morres.
Ignora-a
por um instante.
Enchi
a cozinha de fumo
Estás
a cheirar?
pus carne na sertã.
a
carne que perdi,
na
espera, na reza.
Estás
num quarto que não beija o teu nome
e
continuam a cair leitosas pérolas dos teus mamilos
noutras
bocas, noutros olhos,
noutros olhos,
Deixa
o teu glamour com a Morte,
ela
só apareceu porque a convidaste.
Aí
alimenta-me
alimenta-me
agora!
II
Formosos
caos onde flutuas,
como o útero que habitasses,
nasce
de ti todo o universo e a ti regressa,
atacando-te
de pão e ventre.
Estátua
de sal, Mulher.
Ao
teu corpo de Vénus
me cingia,
ousaste
e amaste-me
auréola
sempiterna em que uma à outra nos
engendramos,
brotando da
alfarrobeira, mesclamos.
Enlaçarias
os nossos pés
ao
fio materno
Divino e Maldito.
Lembro-me
de ad-mirar os teus banhos de tomilho
como
a água “tímida e pequenina”
te
acariciava as formas no seu ritual de adoração.
Do
mesmo modo te adorava.
Te adoro.
Conto-te
a história de uma miúda numa
fotogarfia
que encontrei na bíblia.
És
tu: mas já não és parecida contigo.
Mamã:
és tão pequena
trazes
alguns cachos a cair das tuas mãos,
enquanto
os outros agonizam estendidos sobre
o
jardim.
Diz-me
quem! Quem?
os cortou?
Teria
deixado que me comessem mil vezes os dedos;
estes
dedos!
para
trazer esse homem
a
quem amaste
como eu te amo